La enfermedad tarde o temprano acaba por llegar a nuestra vida. A veces de forma inesperada. Sin avisar. Y casi siempre como compañía indeseada que inquieta y desazona. Y es que nadie nos enseña a estar enfermos.
La enfermedad llega con su carga de dolor y perplejidad. Pero también nos sitúa en la realidad. Nos centra en lo importante y saca muchas veces lo mejor de nosotros mismos. La sencilla cotidianidad del hospital, la paciencia de las enfermera...